El sueño de la razón produce monstruos

miércoles, 3 de octubre de 2012

Gemma Cuervo, La Celestina / Teatro Fernán Gómez de Madrid

  Francisco de Goya, La maja desnuda (1790-1800). Museo del Prado, Madrid.

Gemma Cuervo sí puede con La Celestina: los gestos de su cara, la voz quejumbrosa de la edad, la expresión corporal, la mirada de sus ojos cuando recuerda su juventud...  Todo en ella nos da unas cartografías del alma de la mujer imborrables. Es un privilegio contemplarla en escena en un papel tan difícil; transmite una humanidad en carne viva. 
Nos recuerda a Honores y horrores de Vejecia de Gracián, que anda, como Jano, con dos caras: jovial la una, sombría la otra. Y esto Gemma Cuervo lo borda con un hilado de oro excepcional.
¡Mis más calurosas felicitaciones, Señora de la escena y a todo el plantel...!

                Excelente puesta en escena de una obra inmortal, quizás con demasiadas elipsis pero con una interpretación magistral de Gemma Cuervo en el papel de Celestina y un reparto estupendo de personajes, destacando la hermosura de Areúsa (Natalia Erice), los encantos de Elicia (Rosa Merás), el genio bufonesco de Pármeno (Santiago Nogués), la envidiable astucia de Sempronio (Juan Calot), la dulzura de Lucrecia (Irene Aguilar)... y la extraordinaria interpretación Melibea (Olalla Escribano) en un lento proceso de  philocaptio inducido por el conjuro a Plutón de la hechicera.
               La simplificada escenografía y el atrezo reflejan con gran habilidad y acierto indudable el complejísimo asunto del cronotopo de la tragicomedia de Rojas. Son dos horas continuadas para el goce de los sentidos y la filosofía moral se capta fieramente en el plauto final de Pleberio (Jordi Soler). La intención de los dos autores fue enseñar a vivir en un mundo social lleno de peligros que al final pasa factura de muerte a todos aquellos que se doblegan a los deseos y mandatos de un Calixto en descomposición moral, dejándose arrastrar por las pulsiones más primarias, contra el que no dudarán en rebelarse sus criados con tal de sacar provecho.
              El retrablo de la avaría, la lujuria, la deslealtad y la muerte que representan todos ellos en las tablas hacen de esta función una delicia para los sentidos y un juego intelectual sobre el arte de prudencia con que mujeres y hombres  deben conducirse si quieren sobrevivir en un mundo golpeado por las calamidades y los males.
                                                  A.T.T.

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